Mochileando por Minas Gerais, por Martín*


Creo que viajar, como todo, es una mezcla de oportunidades y decisiones. Las oportunidades se presentan, en más o en menos, mientras que las decisiones las potencian y hacen que no se conviertan en frustraciones. Así que podría decir que un buen viaje es un equilibrio perfecto entre oportunidades y decisiones.
Yo tuve la oportunidad de vivir dos veces fuera de Argentina. La primera vez, en Estados Unidos por casi cuatro meses, la segunda en Brasil por un poco más de cinco meses. Y, aunque ambas experiencias fueron muy buenas, mi viaje de equilibrio perfecto fue sin duda Brasil. Igual, no es tan fácil considerarlo un viaje; pasar todo ese tiempo, hacer nuevos amigos, nueva rutina, amar una nueva ciudad y un nuevo barrio, no puede ser solamente “un viaje”. Y ni hablar que todo eso es imposible de contar resumidamente. Por eso elegí contar un viaje dentro de un viaje y hablarles de mi escapada a Mina Gerais, uno de los lugares más hermosos que conocí.


Siempre que viajo escribo un diario de ese viaje. No al estilo de esos diarios que guardan confesiones secretas, de hecho mi diario lo podría leer cualquiera que tenga un poco de tiempo, pero sí como un lugar donde registrar cosas graciosas que pasaron, precios, rutas y principalmente como un backup de mi memoria. Gracias a eso puedo estar escribiendo esto ahora y fue muy gracioso releer lo que escribí hace más de un año y medio.
Así fue que el 27 de abril del 2013 salimos desde São Paulo, donde yo estaba viviendo, en bus con destino a Belo Horizonte, la capital de Minas Gerais, aprovechando el fin de semana largo de Semana Santa. Salíamos la verdad sin mucha idea de lo que íbamos a hacer. Mi compañero de viaje era Pedro, hoy uno de mis hermanos de la vida y en ese momento uno de mis compañeros de departamento/residencia que había conocido un mes atrás, un brasilero que afortunadamente no conocía Minas Gerais y que después de pensarlo unos días decidió viajar con este argentino con ganas de conocer todo. Yo por mi parte sabía de Minas Gerais gracias a Galeano así que cuando llegué a Brasil fue uno de los lugares a los que me auto-obligué a conocer.
Llegamos a Belo Horizonte (BH, Beagá como lo llaman allá) el Jueves Santo a las siete de la mañana. Nuestra idea no era quedarnos ahí, sino, salir lo antes posible para Ouro Preto y conocer el circuito colonial de ciudades mineras. Así que sólo estuvimos una mañana en BH conociendo los lugares más importantes de la ciudad, la cual me hizo acordar mucho a Córdoba creo que por ser una ciudad serrana, grande y porque su gente tiene también un acento muy característico y son conocidos por ser muy cálidos. Una de las primeras cosas que hicimos cuando llegamos, motivado creo porque no teníamos ni un peso (ni un real mejor dicho) fue un índice Pão de Queijo para saber si un lugar era barato o no y, por tanto, si comíamos ahí o no. Así a modo de dato en BH conseguíamos pão de quijo más o menos a R$ 0,90 mientras que en São Paulo a R$ 2,50. Otro datito para el que quiera ir, un lugar para comer cerca de la terminal de BH muy barato, de higiene dudosa pero muy rico es la Padaria Magoo, prueben el “macarrão na chapa”.
Al medio día salimos para Ouro Preto y llegamos a eso de las tres de la tarde. La terminal queda en una parte elevada por donde pasa la ruta, eso en relación a la ciudad que está bien en un valle. Ya desde el inicio Ouro Preto es increíble pero a medida que vas bajando y te encontrás con la ciudad es impactante. Fruto de la fiebre del oro colonialista, a la que debe su nombre que significa oro negro, primero se llamó Vila Rica, fue la ciudad más próspera de Brasil durante la colonia y eso se nota hasta hoy en su arquitectura, principalmente en sus muchas iglesias de estilo barroco. Entrar en Ouro Preto es como entrar en la historia porque está absolutamente bien conservada y totalmente funcional, es decir no son construcciones coloniales intocables, sino que son casas, tiendas, posadas, bares cuya paredes tienen en algunos casos tres siglos de antigüedad.
En la plaza Tiradentes frente al Museo de la Inconfidência nos esperaba Joseane, una chica que habíamos contactado por Couchsurfing. En principio nos íbamos a quedar en la casa de ella pero como su familia había llegado a la ciudad para pasar la Pascua ella misma nos consiguió la casa de Marcela y Flusô para quedarnos, quienes a su vez estaban recibiendo a tres amigos, así que terminamos siendo siete más algún que otro que siempre aparecía. Couchsurfing fue esencial durante toda mi estancia en Brasil. Esa tarde en Ouro Preto fue de esas en que te parece que los ojos no son lo suficientemente rápidos como para ver todo, una tarde en la que aprovechamos para charlar y disfrutar con la gente que estábamos conociendo mientras los chicos tocaban la guitarra y los tambores. Esa noche pudimos tomar algo de cachaça bien mineira en el “Bar do Barroco” característico del lugar.
Y fue en ese primer día en Ouro Preto cuando pasaron dos cosas importantes que suelen pasar en los viajes. La primera es la Negociación y fue así, Pedro quedó muy impactado con la ciudad y con la gente que conocimos, al punto de plantearse, y por cierto con mucha razón, que con todas las cosas que queríamos hacer no íbamos a poder disfrutar de conocerla a fondo y se le ocurrió que podríamos pasar todo el tiempo en Ouro Preto en lugar de viajar a otros lugares. A ese momento le llamo la negociación porque es común que en un viaje no todos quieran hacer las mismas cosas y ahí hay que ver hasta que punto cada opción es tan fuerte y hasta si es posible que cada cual siga un camino distinto. Es bueno viajar con la independencia de poder decir “Ok, vos por allá y yo por acá y nos encontramos de nuevo en unos días, o quizás no”. Muchas veces esa independencia es mejor dejarla en claro antes de salir. De cualquier manera en nuestro caso no pasó de ser un efecto más del encantamiento de ese lugar y al otro día estuvimos de acuerdo en seguir el viaje.
Lo otro que sucedió fue modificar la idea de “cómo viajar”. Así fue que charlando de lo que queríamos hacer y lo que queríamos visitar la misma gente que nos hospedaba nos dijo ¿Por qué no hacen dedo? (lo que en Brasil se conoce como pedir carona). Resultó ser que la región no era sólo famosa por su circuito histórico sino por ser en general todas ciudades universitarias, y como siempre los estudiantes buscan viajar barato el “pedir carona” se había convertido en regla general. Así que sumado a nuestra idea de viajar lo más barato posible y al espíritu de pensar que podíamos hacer lo que quisiéramos ni lo dudamos y al otro día temprano estábamos en la ruta haciendo dedo para São João del Rei o Tiradentes.
Y bueno la verdad que al principio no tuvimos mucho éxito, ahí estábamos los dos, un argentino y un brasilero, con nuestras mochilas comiendo manzanas y tomando mate. Y no pasaba nadie. Preguntamos (siempre preguntar y preguntar) donde era el mejor lugar para pedir carona y un chofer de bus nos dijo que fuéramos hasta Sarameia que ahí íbamos a conseguir quien nos lleve. Así que nos tomamos un bus urbano hasta ese lugar y dicho y hecho al toque conseguimos quien nos lleve. Era una pareja joven, Lucas y Silvia, él me acuerdo que usaba la camiseta de futbol de Argentina siendo brasilero. Nos llevaron hasta Ouro Branco y hasta se desviaron un poco para dejarnos de nuevo en un “mejor lugar” (Creo que fue en el cruce de la BR-040).
Ahí sí tuvimos que esperar un poco más pero valió la pena. Esta vez nos llevaron en un escarabajo naranja (fusca laranja) una pareja de BH muy piola Lucas, sí también se llamaba Lucas, y Mariana, que viajaban por el fin de semana junto con su perra. Así que dentro del escarabajo íbamos Pedro y yo con nuestras mochilas upa, Lucas, Mariana y la perra. Él era ingeniero y había trabajado un tiempo en Chile por lo que hablaba español, ella estudiaba arquitectura, ambos unos personajes increíbles. Con ellos seguimos rumbo hacia Tiradentes.
Lucas y Mariana merecerían un capítulo aparte pero lo voy a resumir diciendo que pasamos todo el día con ellos. En el camino decidimos parar en una parte de la ruta e ir para una cascada (cachoeira) que estaba cerca, eso es lo que tiene de bueno viajar con gente del lugar. Y así pasamos un buen rato sin horarios y sin apuro con la idea de que el itinerario se reescribía minuto a minuto. Cuando llegamos a Tiradentes almorzamos todos juntos y recorrimos la ciudad histórica. Finalmente como Tiradentes no tiene hostel se ofrecieron a llevarnos hasta São João del Rei (luego de invitarnos a que nos quedáramos donde ellos se quedaban). Sólo me queda decir que quedó una linda amistad y que tiempo después los pudimos recibir en São Paulo y así nos volvimos a ver.
Una vez en São João del Rei, y luego de buscar un hostel que ya no existía pensamos en quedarnos en una posada pero el precio no nos convenció. Así que de nuevo preguntando alguien nos dijo que en Semana Santa la mayoría de los estudiantes se volvían a sus casas y sus cuartos quedaban libres. Entonces buscamos una residencia universitaria (a las que llaman Repúblicas) tengo que decir que fue Pedro el que más se puso la búsqueda al hombro. Nos terminamos quedando en la República Colina donde el chico que estaba a cargo, Diego, nos hizo un lugar en un sofá cama y un colchón en el suelo y nos dijo que después veíamos cuanto le podíamos pagar por esa noche. Dejamos las cosas, nos duchamos y salimos para la tradicional procesión del Viernes Santo, una actividad muy tradicional de la ciudad a la que iba gente de todas partes. Un desfile inmenso con actores y representaciones de la biblia, obispos y toda la pompa. Dato anecdótico entre los presentes estaba Aecio que este año se candidateó para presidente de Brasil. São João en esa fecha no sólo trae fieles de todas partes, sino también, turistas y verdaderamente es algo lindo de ver.
Esa noche charlando con Diego nos dijo que al otro día iba para Ouro Preto y que nos podía llevar por la mitad de lo que salía un pasaje de bus, así que al otro día volvimos por sólo R$ 25 (los que también iban por la noche que terminó siendo de buena onda no más). El Sábado, luego de una visita rápida al museo Tancredo Neves, salimos junto con Diego y su novia con destino a Ouro Preto, siempre en compañía del mate. Cuando llegamos y luego de pasar por la casa de Marcela y Flusô fuimos a recorrer lo que nos quedaba del lugar. Así fuimos a la Mina do Chico Rei muy famosa en la región. Una vez ahí nuestra guía transexual Blanca Pinky nos contó que Chico Rei era un rey africano que había sido traído como esclavo por los portugueses y que logró comprar su libertad, la de sus compañeros y hasta la propia mina. Mandó construir la Iglesia de Santa Efigênia, la que se cree que por mucho tiempo estuvo conectada con la mina por vía subterránea y que según dicen sus campanarios tienen la forma de las coronas usadas por los reyes africanos. Hoy Chico Rei es una leyenda y un símbolo de libertad. Otro de los lugares que fuimos a conocer ese día fue el Museo de la Inconfidência dedicado al primer intento de independencia brasilero que tuvo lugar en Ouro Preto y que fue cruelmente sofocado, culminando con la muerte de Joaquim José da Silva Xavier más conocido como Tiradentes. Por último esa noche, y antes de terminar en el Bar do Barroco, nos sumamos a un desfile de maracatú y la confección del Tapete, figuras echas con aserrín de colores que conforman toda una alfombra sobre las calles donde va a pasar la procesión del Domingo de Pascua.
El domingo y ya antes de volver desayunamos en casa de Joseane con su mamá y una amiga de Couchsurfing. Ventanas y puertas abiertas, llovizna, mate y torta casera (Bolo divino e maravilhoso) un momento familiar de esos que se valoran tanto cuando estás lejos de tu casa. Demás está decir que también tuvimos el gusto de recibir a Joseane en São Paulo tiempo después. Salimos con destino a la ruta para hacer dedo hasta BH (cosa que conseguimos de nuevo con gente muy buena onda) y de ahí ya volver a São Paulo. Pero antes de irnos Ouro Preto nos hizo un último regalo… subiendo hacia la ruta en un momento nos dimos vuelta y la ciudad había desaparecido. Una nube blanca cubría todo el valle y así lo que en la ciudad era apenas niebla desde donde estábamos era totalmente un manto blanco que no dejaba ver ni siquiera las cruces de las iglesias…
Es dentro del escarabajo en Tiradentes

Ouro Preto
Escarabajo Naranja (Fusca Laranja) de Lucas y Mariana

Ouro Preto en la niebla

* Martín Bertolotti tiene 23 años, es quasi abogado, pampeano, pero hizo base en Córdoba desde hace seis años. A los 20 trabajó y ahorró para hacer un Work and Travel en USA; vivió en Miami Beach y recorrió varias millas todos los días en bici desde su casa al trabajo; en bus llegó a otras ciudades y en tren visitó toda la costa del Pacífico. Festejó su "USA drinking age" tres semanas antes de volver a Argentina y sacó provecho de eso. Los 22 llegaron en Brasil, mientras realizaba un intercambio estudiantil en São Paulo. También ahí encontró excusas para seguir recorriendo lugares (como cuando viajó gratis a Brasilia por participar en una manifestación). Dato curioso: todas las paredes de su habitación en La Pampa están grafiteadas con caricaturas y dibujos de su propia autoría.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

 
Google+