Sonreí.
Tuve que cerrar los ojos.
Caían de a montones. Flotando. Iluminados por
las bolas de cristales. Plateados. Brillantes. Parecían nieve.
Tuve un déjà vu.
Ya había visto algo así. ¿Pero dónde?
¡Me acordé! Vi como un flash y por un segundo
pensé que había sido un sueño, porque no podía ser otra cosa. Era tan
increíble. Pero me acordé que era verdad.
Paré, respiré, miré hacia arriba y vi caer los
papeles del cielo.
Papeles de colores que caían, no como nieve,
sino como pétalos. Millones de pétalos iluminados por millones de luces que
salían disparadas hacia el infinito. Caían del cielo de las sierras lleno de
estrellas. Caían sobre el pasto, sobre la tierra, sobre las flores.
Caían sobre paredes de concreto, grises, descascaradas.
Paredes frías, industriales, que nos rodeaban y nos hacían olvidar que
estábamos en el medio de la nada. Que la estructura de hierro y cemento que nos
rodeaba permanecía abandonada hasta que la música se escabullía por la noche para
habitarla.
Y en el medio de eso, nosotros con todos ellos.
Ellos, los humanos-cangrejos que se movían como coreografiados, hombro
izquierdo, pie izquierdo, hombro derecho, pie derecho, pum, pum, pum, salto,
salto, salto, y que levantaban sus puños al cielo mientras gritaban desaforados
hacia la nada cuando el bajo caía.
Pero en el medio de todos ellos, nosotros. Tu
risa a carcajadas por los rituales y tus gritos de celebración. Tu mano, tu
brazo y en el medio yo. Yo que me perdía en todo eso y sentía el latido de mi
corazón hasta en la punta de los dedos. Boom, boom, boom. Yo que sentía que me
fundía. Y la noción de donde estaba me abrumaba, me llenaba: las montañas, los
árboles, el frío de la madrugada, el mundo de gente, y vos, los movimientos al
unísono, el calor y la sorpresa, y el sol que salía en alguna parte del cielo
pero las estrellas parecían resistirse a la mañana y seguían ahí. Era hermoso. Era
el universo condensado en una fábrica. Y yo era feliz.
Y en el medio de todo eso paré, respiré, miré
hacia arriba y vi caer los papeles del cielo.
Sonreí.
Tuve que cerrar los ojos.
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