Irlanda siempre estuvo cerca


Hace dos años tuve la oportunidad de conocer Irlanda. No fue casual, claro, porque desde hace varios años deseo conocer esa región y, cuando estuve en Europa, hacer ese viaje era una de las primeras aventuras que quería concretar.
Viví unos pocos días húmedos, lluviosos, verdes y asombrosos en Dublín y alrededores. Recorrí sus puentes, la fábrica Guinness, sus calles adoquinadas atiborradas de bares, el supuesto edificio de Bono, sus estatuas con pájaros en las cabezas, los planos de las pequeñas casas de los Vikingos, las montañas verdes, las flores amarillas, los arroyos rocosos, las fábricas de lanas, cementerios celtas, vestigios de castillos, vi puertas de divertidos colores y recorrí los prados donde se filmaron famosas películas. Demasiada intensidad para dos días, ¿verdad? Pero lo viví con una alegría inmensa y una curiosidad latente. No encontré tréboles de cuatro hojas ni leprechauns, porque mi viaje debía seguir hacia Escocia e Inglaterra.
Dos años después, sigo soñando con volver y devorar esas tierras recorriéndolas. Satisfago mis ansias leyendo novelas con personajes irlandeses colorados que se pelean en pequeños bares donde la gente toca música en vivo, o viendo una y otra vez PS: I love you.
Sin embargo, este sábado pude tener una experiencia más cercana.
Me sorprendió mi novio invitándome a ver un grupo cordobés que toca música celta: Córdoba céltica; anteriormente conocidos como Eulogia Celtic Folk. Fue coincidencia que, más de un año atrás, hubiera dado con esta banda casualmente mientras caminaba por la calle el día de San Patricio. Nunca más supe de ellos, pero siempre recordé con alegría aquel encuentro. 
El recital estaba programado para llevarse a cabo en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, de la UNC. No es novedad que tengo una atracción quasi magnética por lo nerd y las universidades antiguas, así que me sentí curiosa por conocer ese lugar. Me llevé una sorpresa al darme cuenta que, a tan solo dos cuadras de mi casa, se encontraba una sala semi circular, con un enorme escudo tallado en madera que recitaba en latín el eslogan de la Universidad Nacional de Córdoba. Suelo pensar en Hogwarts inmediatamente cuando me encuentro con algo similar; ésta vez, no fue la excepción. El doble piso de la sala, con las butacas apuntando hacia una tarima en la que en aquél momento ya esperaban distribuidos los instrumentos de la banda, está construido mediante columnas con detalles cual gárgolas y una cúpula en el techo que supuse que de día iluminaría sin problemas. Si alguna vez recorriste iglesias de Escocia, o estuviste en algún College de Oxford, creo que ese lugar te haría recordarlos.
La puesta en escena fue sencilla, pero lo que más me impresionó fue la variedad de instrumentos extraños que se pusieron en función: irish flute, zanfona, bouzuki, organetto, uilleann pipe, highland pipe, entre otros instrumentos de cuerda y viento desconocidos hasta el momento. Los músicos recrearon distintas obras musicales del folklore medieval y céltico, remontándonos a otra época, a otras culturas; entre ellas, algunos jigs, polkas y hornpipes. Reconozco que aprendí más de música irlandesa en esas horas, que cuando estuve por allá años atrás.
Salí tan alegre del recital, mientras tarareaba en mi cabeza aquella canción de la banda sonora de Harry Potter y el Cáliz de Fuego que cantan los mellizos Weasley en el Mundial de Quidditch, que propuse hacer lo único que cabía en ese momento: ir por unas cervezas tiradas en un barcito irlandés, atendido por un colorado, oriundo de aquellas tierras.
Clarke's está ubicado frente al antiguo Palacio Ferreyra, sus ventanas hacia la calle enmarcan coloridos vitrós y sus paredes se rodean por piezas de madera que personalizan y hacen más cálido el espacio. Hacia el medio, una enorme barra precede a una repisa que abarca alto y ancho de una pared; no queda un espacio vacío en ella, entre tantas botellas, postales, adornos antiguos, espejos, recuerdos. 
Nos sentamos en los altos taburetes que circundan la barra de madera oscura, pedimos unas cervezas de trigo tiradas y brindamos por estar ahí, felices. 
En ese momento, recordé a Shamsi y a los pensamientos de su anterior post: no necesitamos irnos muy lejos para vivir nuevas experiencias; para encontrarnos con lugares que nos pueden sorprender. Es cuestión de despojarse de prejuicios y dejarse llevar, explorar con otros ojos, cambiando de ritmo al caminar. Quizás descubramos que lo que recorremos a diario, nos puede regalar algo más.

Mi paso por Irlanda, en abril de 2012

Arriba: Aula Magna FCEFyN; Córdoba Céltica. Abajo: Clark's; Aula Magna.


2 comentarios:

  1. Grande Caro! mi amiga europea! te mando un beso grande!

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    1. ¡Grande Dari! Qué loco conocerte en un viaje tan lejos de casa.. En los viajes, y aún en la distancia, la gente se encuentra. ¡Un abrazo hasta México, cabrones!

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