Cuando hace mucho que vivís en un lugar, o cuando sabés que vas a vivir por mucho tiempo en un lugar, no tenés apuro de conocerlo. Las cosas siempre van a estar ahí, vos siempre vas a estar ahí, podés ir cuando quieras.
Pero por ahí tenés un amigo o un familiar que viene de visita y te hace una pregunta que te descoloca: "¿Qué hay para hacer en Córdoba?"
Eso fue lo que me pasó la semana pasada. Llegaron dos amigos de Alemania y había que encontrar cosas para hacer, museos a los que ir, cosas que comer.
Así fue como terminé entrando al Museo de la Universidad que está en la Manzana Jesuítica, a la Iglesia de la Compañía, a la cripta/sótano que está abajo del Cabildo, a la Catedral, a los Capuchinos (que tiene unas escaleras re lindas adentro y unas puertas secretas que estaban cerradas).
Me tocó también ir a un bolichongo, a los cuales juré nunca volver, para que vean cómo es una salida más tradicional, comer empanadas y cuanta comida tradicional haya, tomar mucho, mucho Fernet y litros de mates con criollitos.
Tengo suerte de que mis amigos se prenden a todo, que no les importa caminar todo el día, meterse en cuanto museo haya y que sentarse a tomar mates les parece un excelente plan. Me ha tocado tener que pasear gente por Córdoba que espera que esto sea Disney y tienen bastantes pretensiones en cuanto a qué hacer y el transporte a utilizar.
Lo mejor es que con todo lo que hicimos nos quedaron cosas pendientes: ya sea por el clima, la plata o las ganas hay lugares que no visitamos, fiestas a las que no fuimos. Excusas para que los amigos vuelvan, o futuros planes para próximos visitantes.
Sé que siempre me estoy quejando de Argentina y de Córdoba, que siempre estoy diciendo que me quiero ir, que odio todo. Pero son momentos como estos que hacen que me dé cuenta que vivo en un lugar realmente hermoso, con un montón de cosas por ofrecer y con gente muy buena. Que me encanta ver a mis amigos maravillarse con los Capuchinos, o su cara cuando comen su primer choripan, o lo descolocados que quedan tomando mates en el Buen Pastor.
La rutina nos desgasta y le quita su encanto a los lugares, y los argentinos tenemos la tendencia de pensar que afuera todo es mejor. Capaz lo sea. Pero ahora me toca estar acá, y tiene lo suyo. Hay que aprender a mirar con ojos nuevos y descubrirlo.
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